#5 De libros y bienvenidas
Donde escribimos acerca de la presentación de un libro muy querido
La semana pasada fue caótica. Entre miércoles y viernes recorrí más de 2000 kilómetros e hice tantas cosas que me cuesta recordarlas al detalle. Por ello y sin mayor introducción, me gustaría dejarlos con el texto que escribí para lanzar el libro La añoranza feérica de Paula Rivera Donoso en la versión 2025 de Caudal, el Festival del libro independiente de Valdivia (Chile). Este es el segundo texto de presentación que escribo en honor al mismo trabajo y podría seguir. La verdad es que es un trabajo inagotable.
Palabras intraducibles
Creo que la mejor forma de darle la bienvenida1 a Paula Rivera Donoso a esta tierra de ríos, lagos, bosques y lluvias a la que llegó a vivir, hace más o menos cuatro años, es deteniéndome en un puñado de palabras que tomaré prestadas de un pueblo que, al igual que ella, llegó de otros lares.
En alemán existen varios términos que, en español y otras lenguas, debemos traducir forzosamente mediante frases o términos insatisfactorios. Vocablos como Sehnsucht Fernweh o Heimweh suelen traducirse como «anhelo» y vincularse vagamente a la nostalgia. Sehnsucht describe un estado de pena inexplicable cuyo objeto nos es desconocido e, incluso, puede que no exista. Fernweh, por otro lado, es el dolor que nos produce aquello que está lejos; Heimweh, en cambio, es la dolencia o nostalgia del hogar.
Los galeses tienen la palabra Hiraeth. Los portugueses, Saudade. Este último término describe los rescoldos de un amor perdido que, sin embargo, permanece. En inglés suena bonito: the love that remains.
No existe una palabra alemana para hablar del libro de Paula Rivera Donoso, pero podemos inventarla gracias a la plasticidad asombrosa de aquella lengua de tipo aglutinante. Podríamos hablar de una Feenweh (donde «feen-» remite a «hadas» y «-weh» remite a «dolor»). Es decir, un anhelo o añoranza de las hadas.
El acto de pensarse a uno mismo
La añoranza feérica pertenece al género del ensayo, un género literario inventado (dicen), por el célebre humanista Michel de Montaigne en la Francia del siglo dieciséis. El ensayo montaigneano se caracteriza por alternar una mezcla de anécdota, autobiografía, devaneo intelectual e introspección. Es, ante todo, un ejercicio mental. De ahí su nombre. Podríamos decir que un ensayo es un ensayo porque es, ante todo, un intento de pensar o de pensarse a uno mismo.
A partir de la obra de Montaigne, el ensayo se disemina a lo largo y ancho de Europa y el Nuevo Mundo. Durante la Ilustración asume formas distintas que van desde el panfleto político hasta el comentario cultural. Hacia fines del siglo XVIII, en pleno apogeo del idealismo alemán, emerge como medio de expresión por excelencia del romanticismo.
La filogenética de las hadas
La añoranza feérica, como obra, es un ejercicio de continuidad, en el sentido de que forma parte de esta tradición, como igual que la obra ensayística de poetas chilenos como Vicente Huidobro, Jorge Teillier o Raúl Zurita.
Sin embargo, el libro de Paula Rivera Donoso tiene más en común con la tradición ensayística romántica que William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge inauguraron con el prólogo a las Lyrical Ballads de 1802, del que parecieran emerger muchas de las discusiones contemporáneas sobre lo que es la poesía: qué es, quién la escribe, cómo la escribe y para quién la escribe.
El ensayo como forma literaria ayuda a aproximarse a varias de estas preguntas y no solo para hablar del género lírico. La literatura decimonónica está plagada de ensayos sobre la escritura del cuento (The Philosophy of Composition, de Edgar Allan Poe, 1846), la novela realista (The Art of Fiction, de Henry James, 1884) o, maravilla de maravillas, el cuento de hadas. En 1895, George MacDonald, el eslabón común entre J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis, publicó The Fantastic Imagination, un ensayo para explicar su visión de este tipo de relatos, su naturaleza y su relación con la verdad.
Las figuras de Tolkien y Lewis siempre estarán a la enseña de las y los escritores de fantasía. En 1947, el primero de ellos publicó el que acabaría siendo uno de los ensayos más importantes de la literatura de fantasía del siglo veinte. Me refiero a On Fairy-Stories, traducido al español como Sobre los cuentos de hadas. Si bien el trabajo ensayístico de Lewis se relaciona más con la defensa de la fe cristiana, sus ensayos sobre literatura infantil son clásicos imprescindibles para cualquiera que se adentre en los dominios de los cuentos y libros infantiles.
El eslabón más reciente en esta cadena es, por supuesto, Ursula K. Le Guin. Con la publicación de The Language of the Night: Essays on Fantasy and Science Fiction en 1979, la autora toma la posta de Tolkien y sus predecesores con una colección de ensayos en los que aborda las que ella llama «literaturas de la imaginación», es decir, aquellas literaturas que no buscan una imitación referencial de aquello que llamamos realidad. Nadie podría culparles por no conocer este libro. Su primera traducción y edición al castellano llegó con la Pandemia.
In my end is (also) my beginning
La añoranza feérica sale al mundo cuatro años más tarde, pero contiene dentro de sí la síntesis de toda una vida literaria en la que los nombres de MacDonald, Tolkien, Le Guin, Katherine Paterson, pero también Liliana Bodoc, Verónica Murguía y Ana María Matute emergen de manera constante a lo largo de siete ensayos en los que Paula logra trazar su propia autobiografía literaria.
No quiero hablarles mucho de los contenidos del libro por motivos evidentes; la obra les está esperando. Con todo, esa no es la única razón. Este libro es un misterio. Está lleno, ya no de palabras, sino de sentimientos intraducibles que, no obstante, todas y todos deberíamos poder reconocer.
Volvamos a las palabras del comienzo.
Sehnsucht. El anhelo que no tiene nombre atraviesa el corazón de cada uno de los textos que componen el volumen. A menudo temerosa, fervorosa e iracunda en partes iguales, Paula Rivera Donoso busca su origen, propósito y destino en la fantasía como forma de vida y creación.
La tensión entre Fernweh y Heimweh, ese tira y afloja entre el querer irse y el querer volver, recorre las alcobas mentales de la autora como un fantasma inmarcesible. ¿Es la fantasía un viaje de ida o de vuelta? ¿A dónde vamos cuando vamos al país de las hadas y cuando volvemos? ¿Cómo volvemos cuando regresamos? ¿Regresamos? ¿Deberíamos hacerlo?
A estas alturas, no debería parecernos extraño que la autora haya elegido el ensayo como la forma indicada para explorar su relación con la literatura de fantasía. Así como C.S. Lewis dijo que «A veces los cuentos de hadas pueden decir mejor lo que hay que decir» (este, de hecho, es el título de un artículo suyo publicado en 1956), hay ocasiones en las que el acto de pensarse a una misma a través de la palabra es la única forma de poder decir en sí.
El año pasado, cuando presenté este libro en Santiago, terminé mi intervención con un poema propio. En esta ocasión, me gustaría hacer algo parecido citando a T.S. Eliot, ese poeta anglo-norteamericano que nunca escribió fantasía pero que a veces parece entenderla mejor que muchos autores imaginativos de estos tiempos:
Solo queda luchar por recobrar lo que hemos perdido y encontrado perdido y encontrado tantas veces: justo hoy, ahora, en las peores condiciones. Aunque quizás no haya ni pérdida ni hallazgo: A nosotros no nos queda otra cosa que intentarlo.
El resto (esto no lo dijo Eliot, al menos hasta donde sé), acaso sea cosa de las hadas. Feenweh, en un sentido redentor. El anhelo que nos lleva de regreso al fuego del Hogar.
El título original de este ensayo es La añoranza feérica o un breve ensayo sobre las palabras que no existen o no tienen traducción. Algunas partes fueron editadas o removidas para facilitar la lectura y adaptar sus contenidos al contexto de esta última. Se omitieron, por ejemplo, notas fonéticas o insertos dialógicos destinados a interactuar con el público presente.
Que bonita presentación del libro <3
Excelente. Me llevo reflexiones para seguir pensando, y el poema de T.S. Eliot me sacó alguna lágrima. Hermosas palabras, como siempre.